Esta "revisión radical", según las propias autoridades europeas, del esquema de infraestructuras para Europa plantea una red central de transportes basada en nueve grandes corredores: dos corredores Norte-Sur, tres corredores Este-Oeste y cuatro corredores diagonales.
Esta red central, que deberá quedar completada antes de finales de 2030, transformará, según asegura la propia Comisión, las conexiones Este-Oeste, eliminará estrangulamientos, mejorará las infraestructuras y racionalizará en toda la Unión las operaciones transfronterizas de transporte tanto para los viajeros como para las empresas.
Dentro de esta red central, España quedará enlaza con el resto del continente por medio del Corredor del Mediterráneo, que unirá
la Península Ibérica con la frontera húngaro-ucraniana, principalmente mediante carreteras y líneas ferroviariassiguiendo la costa mediterránea de España y Francia, atravesará los Alpes
hacia el Este por el norte de Italia y dejará la costa Adriática de
Eslovenia y Croacia en dirección a Hungría, y del Corredor Atlántico, que conecta la parte occidental de la Península Ibérica y los puertos de El Havre y Ruán con París y con Mannheim/Estrasburgo por medio de líneas ferroviarias de alta velocidad y líneas
convencionales paralelas. Junto con esta red central, la Comisión plantea una red capilar que se conectará a nivel regional y nacional con la red central.
La Unión aportará a las infraestructuras de transporte 26.000 millones de euros durante el próximo período financiero que va desde 2014 a 2020 y calcula que entre dichos años, la red central necesitará una inversión de 250.000 millones de euros.
Ahora, los Estados miembros deberán presentar a la Comisión propuestas detalladas para los proyectos considerados prioritarios de la red central, para que, en 2014, se asignen los recursos.
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